Pensamiento

Ese viejo tema tan actual


Siempre fue un arte ubicarse en City Bell siguiendo la nomenclatura de sus calles. Sus habitantes podíamos enorgullecernos de vivir en un pueblo que comenzaba en la mitad de su calle principal: caminando desde la avenida Sarmiento hacia el camino Centenario, uno se encontraba con la calle 1 y sus sucesoras hasta llegar a 8. Luego, desde la avenida Rivadavia y hasta la Pellegrini, se encolumnaban desde 9 hasta 15. El listado se completaba a partir del otro lado de Sarmiento, hasta superar la treintena allende el camino General Belgrano.
En verdad, había que ser bastante baquiano para no perderse. Pero mal que mal, uno sabía dónde estaba parado, aún cuando había calles cuyos números se repetían en uno y otro barrio. Esa forma de ubicarse en el ejido de City Bell era parte de la identidad del pueblo y sus moradores.


El actual sistema -con la pretensión de ser continuidad del trazado urbano desde Tolosa hasta el límite con el partido de Berazategui- despuntó hace ya casi dos décadas, y desde entonces el desbarajuste fue en aumento. Las medidas más recientes, gracias al esfuerzo de un sector vecinal, lograron que en algunas calles se instalaran nomencladores con la doble numeración: la antigua. La medida ayudó medianamente a paliar la confusión reinante, pero no alcanzó. Se sigue ignorando el nombre de muchas calles, aún la nueva numeración es discontinua, y la identificación alfanumérica de las mismas acrecienta el desconcierto no sólo de forasteros, sino también de los más experimentados en estos lares.
Entendemos que es absolutamente digno de respeto el viejo esquema de identificación de las calles, aprobado por la autoridad pertinente en el mismo momento en que se hizo lo propio con el trazado del pueblo. La anexión de nuevos barrios fuera del casco fundacional generó nuevos nombres y nuevos números que, en la medida en que vayan acompañados del nombre del barrio al que pertenecen, en manera alguna generan conflicto para el transeúnte. Todo es cuestión de delimitar e identificar fehacientemente cada barrio. Nada es misterio.

Por lo demás, hay calles cuyos nombres se ignoran por completo, aún cuando evocan a figuras queridas de la historia local: Dr. Raffi, Tobías Büchele, Roberto Speroni, Dr. Labougle, Sor María Ludovica, Padre José Dardi... Si tales nombres fueron impuestos en homenaje a tales personas, ¿no sería coherente que en algún punto de tales arterias conste dicha circunstancia?
La cuestión, por recurrente, no deja de ser actual y preocupante. Insistimos en su estrecha relación con la identidad y la idiosincrasia pueblerina. En este tiempo en que se sigue trabajando en pos de una solución, clarificar el criterio a seguir es de vital importancia para que este viejo tema deje de una buena vez de ser actual. Eternamente actual.

Febrero 2009