Conversaciones
"Vamos que venimos"


Residente actual en City Bell, conoció de cerca de Tato Bores y dice que
"me hubiera encantado subirme a un escenario por el pancho y la Coca".



A veces, la simple conversación con un vecino nos lleva a un tema interesante como para volcarlo en una nota. Más aún, una expresión que para Gabriela Catávolo es casi una muletilla, nos llevó a invitarla a una charla un poco más extensa y encender el grabador. Vive en City Bell, se dedica al rubro inmobiliario, estudió Derecho y se autodiagnostica melómana.

"Soy histriónica", se adelanta, como si hiciera falta aclaración alguna. Cursó hasta 3º año en el colegio María Auxiliadora de La Plata y 4º en el Misericordia. "Fiesta de fin de año en el Misericordia -su relato es una escenificación-. Faltó el maestro ce ceremonias. Yo me puse un traje, me pinté los bigotes, me peiné para atrás y salí al toro: estuve cuatro horas ahí arriba como si nada. Me dije: 'Nunca hiciste esto. Ahí adelante no hay nadie. Estás parada frente a un espejo'. Y me mandé".


- ¿No hiciste ni vas a hacer teatro?

- No; ya estoy grande. Para ganarme la vida, no; de otra manera, podría ser...

- Tenés una manera muy particular de contar las cosas; siempre hay un rasgo de humor...
- Aprendí que divertirte, reírte, joder, hacer humor (a veces, un humor muy bizarro), duele menos. A mí, por lo menos, me duele menos. Yo te puedo estar contando una tragedia y el que está escuchando, se ríe. Y me dicen "disculpame, no te estoy faltando el respeto". Y yo digo "no, me encanta que te rías, porque quiere decir que estoy haciendo bien lo que quiero hacer, que es que me duela menos a mí para poder contártelo a vos".

- ¿De chica eras así?
- Sí, siempre fui así.

- Y por ese entonces, ¿qué respondías a la pregunta de "cuando seas grande"?
- Cuando fuera grande iba a ser abogada. Cursé algunos años. Pero permuté mi carrera de Derecho en un pleito con mi vieja. Con ella tuve siempre una lucha bastante importante; somos muy distintas. Y así como a ella no le gustaban los gatos y entonces no se podía tener gato en casa (tardé 34 años en tener garo), yo tenía que ser abogada. En ese contexto, un día me di cuenta de que lo mejor que podía hacer era bajarle el "mi hija la abogada", y largué la carrera.

- ¿Hoy no te arrepentís?
- Me he boicoteado a mí misma en muchas cosas en pos de un objetivo que no sé si ahora tiene sentido; en aquel momento lo tenía.

- En lugar de Derecho, ¿qué hubieras estudiado?
- Lo mío es la música. Me hubiera encantado ser cantante. Me autodiagnostiqué melómana enferma. No puedo vivir sin música. Escucho de todo.

- ¿Alguna preferencia?
- Soy muy ecléctica. Me gusta mucho la música clásica, me gusta mucho la bossa nova, me encanta la carioca, la buena música del MPB. Después, en la otra punta, soy heavy metal y la escucho cuando estoy "atacada". Cuando estoy tranquila, disfruto de lo demás, al revés de todos.

Y ya que la charla vuelve a tocarse con el arte, vayamos al quid de la entrevista. Catávolo tiene a flor de labios, casi como una muletilla, la frase "vamos que venimos", un giro que pertenece a la jerga televisiva y que indica que la salida al aire es inminente. Gabriela tomó esa frase que le escuchó al actor Jorge Sassi durante la emisión de uno de los programas de Tato Bores.

"Mi viejo era amigo personal de Bores, de Mauricio, como lo llamaba él (Mauricio Borensztein eran el nombre y el apellido del actor). Porque coincidentemente eran vecinos tanto en Buenos Aires como en San Isidro. Tato tenía un departamento en la calle Arenales y un fin de semana en el Boating Club de San Isidro. Y mi viejo vivía en el Boating y en el mismo edificio de la calle Arenales tenía un departamento donde se quedaba a dormir algunos días en que terminaba tarde el trabajo. Coincidieron las vecindades y se hicieron amigos", introduce Catávolo en el tema.

"Más o menos por el año '88/'89 voy al canal con mi viejo, porque en un tiempo se había metido a producir algunas secciones del programa, que a veces salía grabado y a veces en vivo".

-¿Ese día iba en vivo?
-Ese día iba en vivo. Tato era un muy prolijo; si no estaba todo a punto, no se grababa, y mucho menos se salía al aire...
Ese día falló todo en el programa. Se remó con él, que se sabía el libreto a las mil maravillas (lo he visto cortar una grabación por haber tartamudeado un poquito); el programa lo remó Tato con los monólogos y Roberto Carnaghi con su papel impresionante (ese tipo te rema el Titanic con dos vainillas).
El programa iba en vivo y habían faltado dos actores, con las bailarinas no sé qué había pasado... Un cuadro estaba bárbaro y en el otro faltaban las bailarinas. Camila Perissé no sé qué problema tenía y pidió que le cambiaran el cuadro sobre la marcha...
En medio de esa situación, Jorge Sassi (otro de los pilares del programa) lo agarra a Tato (aún no enterado de lo que sucedía) y le dice "vamos que venimos". Y el programa salió en vivo, de punta a punta.

La frase quedó grabada no sólo en el recuerdo de Gabriela, sino que adquirió para ella el poder cuasi mágico de dar coraje, de levantar el ánimo del más deprimido, de sobreponerse a la mayor adversidad porque hay que seguir hacia delante.

Y tal vez sea así porque estar entre bambalinas en un programa de uno de los mayores cómicos que han dado la televisión, la radio y el teatro argentinos la hizo sentir muy cerca de su vocación nunca descubierta: "Me hubiera encantado subirme a un escenario por el pancho y la Coca, o por nada. Dibujo por amor al arte, escribo por amor al arte, pinto por amor al arte. Me hace bien a mí y lo hago por mí, por eso no lo muestro. Es catártico", reflexiona Catávolo, y bromea entre la similitud de aquella palabra y su apellido.