Cuarto de huéspedes
Abrazo eterno para Coque
Escribe "Lao" Paunero, especial para Citybellinos


José María Rafael Paunero tenía 68 años cuando el pasado 24 de julio
de este 2011 dijo adiós. Su andar inquieto lo llevó a San Miguel, La Plata
y capital federal. Lo tuvo trabajando en la sucursal local del Banco Río,
en el rubro antigüedades en San Telmo y últimamente
como administrador del Colegio Patris.
Fue uno de los creadores e impulsores del GRUPO SCOUT 116 de nuestra ciudad. Su hermano Wenceslao lo evoca en el siguiente artículo.


Es difícil transmitir el dolor que se siente por la pérdida de un hermano. Sobre todo cuando uno deseaba tanto, que siguiera "participando". Muchos han pasado por la misma circunstancia.

"Coque" nos dejó un vacío tan particular que a los tres días de su muerte, por una circunstancia fortuita, nos reunimos a cenar seis de sus hermanos; Lalita, Susana, María Elena, Rafael, Pedro, el que escribe, acompañados de mi esposa, Adela.
En la casa donde estuvimos han quedado a vivir Pedro y Susana, ya que él también compartía la vivienda desde que regresó a sus pagos, hace ya muchos años, donde precisamente están nuestras raíces.

Por un raro misterio, nuestra tradición familiar quiso que esa casa fuera -desde hace mucho- el lugar de encuentro donde se concentra la cepa de nuestra historia. Allí nos venimos reuniendo los hermanos, los hijos, los nietos y algún que otro amigo.

Precisamente en ese lugar, Coque brilla por su presencia. Quedó su imagen marcada, su gesto reflexivo, su costumbre de leer y de escribir sin hacer ruido sus relatos, cuentos y poemas. También sus infaltables crucigramas. Su postura conciliadora, su humor oportuno, agudo y espontáneo; sus comentarios serios y salidas graciosas. Todo quedará en nuestra memoria. Sus silencios, sus pinturas, sus profundos sufrimientos guardados como para no preocupar, preservando dignidad y autonomía.

Han quedado entonces, de nuestro hermano mayor, sus huellas junto a sus petates. Todas esas cosas hechas o tocadas por él, han ascendido al nivel de lo sagrado.

A los chicos y grandes que han tratado con Coque, incluso a veces en una sola ocasión, se les ha quedado pegado en sus corazones.

Enumerar hechos y anécdotas se haría interminable. Estoy seguro de que podría escribir un libro grandote y tampoco alcanzaría.

Nos queda la profunda tristeza que se dibujaba en sus ojos. Que pudo adivinar aquel que le prestaba atención a su estilo.

No lo vi quejarse nunca de la pesada cruz que le tocó llevar hasta su último momento. Nos queda el alivio de su alivio. Nos queda la paz de saber que ha obtenido la suya.

Por todos los lugares donde le tocó actuar dejó huellas de eficiencia y corrección. Quedará también la estela de sano humor, de niño casi pícaro, dando alegría a su paso.

Me queda la sensación de haber dicho casi nada.

Agrego que como hermano lo sentí siempre como amigo silencioso, discreto, que me acompañó siempre que pudo, y más de lo que pudo, en los momentos más difíciles. Es que, por experiencia propia, sabía de soledades. Va mi abrazo eterno para Coque.