CB Historico
"Nuestros" Bell


De James a Jorge Bell, una genealogía tan apasionante como intrincada.
Una anécdota pinta de cuerpo entero el carácter de Percival.


Nuestros" Bell, como los individualiza Juan José Vendramín en su recopilación histórica, parten del tronco fundado hacia fines del siglo XVIII por James Bell y Elizabeth Hogg.
Eduardo Bell vive en Saladillo, provincia de Buenos Aires, y representan a su propia familia en Argentina. Consultado acerca de su parentesco con quien fuera propietario de la Estancia Grande, admitió cierta nebulosa en el tema, y acabó por derivarnos a quien, a su juicio, "lo tiene mucho más claro que nosotros": el ya mencionado Vendramín.
A partir del análisis hecho por Juan José, la genealogía Bell de la línea "citybellense", por así llamarla, arroja el siguiente árbol, en su versión sintetizada: James BELL (1769-1820) & Elizabeth HOGG (1773-1842) tuvieron cinco hijos: Elizabeth (1802-1862), casada con Alexander DOUGHTY (1799-1872); Thomas, casado con Margaret MCKENZIE; Henry (?-1881), casado con Helen PATERSON, Janet, casada con Thomas ROBSON y George Thomas (1801-1879) casado con Isabella WATSON ( ? -1887). En él se inicia la historia de City Bell.
Proveniente de Liverpool, o bien de Glasgow (según el testimonio de su bisnieta, Lorna Pamela Bell) George Thomas Bell habría llegado a nuestro país a bordo de la fragata "Symmetry" en agosto de 1825 (o 1831) junto con sus hermanos Henry y Thomas. Su primer destino fue la colonia Santa Catalina en Monte Grande. Allí, en 1834, los tres hermanos compraron 328 hectáreas. Pero la decisión de Thomas de regresar a Gran Bretaña y la de George de independizarse en el negocio agropecuario, hicieron que Henry Bell adquiriera la parte de sus hermanos y añadiera otra fracción en 1867. Allí construyó un palacete inglés al que llamó "La Chacra", que aún existe en la ciudad de Temperley, en el conurbano bonaerense.

George se radicó en Argentina y junto a Isabella Watson tuvo seis hijos: Margarita, Inés, Archivaldo Diego, Guillermo Enrique, Tomás y Jorge Eduardo (1860-1910) casado con Catalina Shaw (1843-1927).

Este Jorge Eduardo Bell es "nuestro" Jorge Bell, quien tuvo cuatro hijos: Eduardo Jorge (su hija Illeana se casó con quien luego sería presidente de facto de la Nación, Alejandro Agustín Lanusse), Percival Guillermo, Ethel Maud, y Mabel Meay.

George Thomas Bell adquiere el 2 de diciembre de 1846, a Faustina Ximénez, el terreno de la estancia denominada "San Ramón" (por Ramón Rodríguez, antiguo propietario de quien toma su nombre el arroyo que hoy oficia de límite entre Gonnet y nuestra localidad), la que originalmente comprendía las suertes de estancia "Panes", "León" y "Gato". El 7 de mayo de 1851, Bell anexará además el establecimiento "Punta de Lara", propiedad de la familia Wright, tierras que en 1896 serán vendidas a Luis Castells y de cuyo apellido toma su nombre en la actualidad el barrio vecino de Villa Castells.

Don Percival

En julio de 1942 el mensuario "City Bell" publicaba un artículo sin firma que reflejaba el relato de un lugareño refiriéndose a la personalidad de quien por ese entonces era dueño de la Estancia Grande, don Percival Bell.
Parece ser que era muy celoso del cuidado de sus tierras: "Aquí las perdices se morían de aburridas, porque ¡pobre de aquel que don Percival sorprendiera cazando en sus dominios! Les juro que por un buen tiempo le hacía perder la afición al escabeche", decía el vecino. A "los mismos ingenieros que se metían a su campo para medir y nivelar los sitios por donde se tenderían las líneas férreas, les decía: '¡Váyanse de aquí! ¡Ustedes, con sus ferrocarriles me van a llenar el campo de cirujas!'".

El hombre del relato comentó que en una oportunidad había acompañado a un veterinario amigo a curar un toro de la Estancia. "Poco tiempo después salí a cazar -prosigue-. Hermosa mañana. Sol radiante. Y muy tentadoras las perdices de don Percival. Sin saber cómo me encontré de pronto en sus tierras. El dueño de casa estaba curando ovejas y bien me cuidaba yo de no acercarme mucho a la línea de fuego, cuando he aquí que de pronto me veo a un peón montando un oscuro grande como un rancho, que se me echaba encima haciendo temblar la tierra. El muy bruto venía decidido a hacerme pagar la audacia. ¡Mi madre! Les juro que en ese momento cruzaron mil cosas por mi cabeza".

El cazador intruso recordó al paisano que había estado allí curando al toro y pretextó que pasaba a saludar. El hombre de campo comprendió enseguida y en un guiño de complicidad, le indicó: "Ayacito hay un bajo que está de perdices hasta decir basta. Gánese por ahí y cace todo lo que quiera. Si el patrón se entera que le digo esto me saca el cuero a lonjas, pero en tratándose de usté, dotor"...

Lorna Bell, hija de Percival, recuerda que había en la estancia una hectárea reservada para huerta de consumo interno, atendida por un italiano que había llegado como linyera, y había sido recogido por su padre como empleado del establecimiento.