Poligrafías
De niños y de cigüeñas


Capaces de engendrar los más encontrados sentimientos,
los chicos son los verdaderos protagonistas en la novela de nuestras vidas.
Apogeo demográfico en este cambio de siglo.



Desde Caín y Abel para acá, los chicos han dado siempre que hablar. Eternos símbolo de un futuro de esperanza, poetas y disertantes se han ocupado de ellos, en todo tiempo y lugar.

Considerados por muchas generaciones como "gente menuda", desde "niños" hasta "locos bajitos", pasando por "changos", "gurises" y "purretes" el espectro de epítetos para referirse a ellos es inagotable, especialmente si ahondamos en el lenguaje popular.

Qué va a ser de ti...
Los niños no dejan de sorprendernos. Disparan con su nacimiento, en el alma y el pensamiento de papás y de mamás, sentimientos y significados hasta entonces impensados. Qué no habrá sentido y pensado la Virgen María al saberse la madre nada menos que de Dios.

Cada niño en gestación es un futuro que se gesta, una esperanza que se espera, un sueño que se sueña. ¿Qué será de nuestro hijo en el devenir de la historia?, nos preguntamos alguna vez, viendo crecer la panza redonda de terciopelo y miel.

El niño ha sido desde siempre protagonista en la historia toda vez que de Adán y Eva, se supone, fueron niños. A nadie se le ocurriría pensar que Dios los creó ya grandecitos, adultos, privándolos del mejor momento de la vida cual es la infancia. A Moisés lo salvó de las aguas siendo un recién nacido, le dio larga vida y la gran misión de guiar a su pueblo a la tierra prometida, pero le vedó a él mismo la posibilidad de arribar a destino siendo anciano y centenario.

Niños cantores
"Niño bien, pretencioso y engrupido", dice el tango, que en realidad refería a otro tipo de niños, un poco más creciditos que los que hoy nos ocupan. Otra cuestión son los niños prodigio, que ha habido muchos y Mozart es, apenas, un ejemplo de ellos. Muchos más en cantidad son los niños famosos, criaturas expuestas más por su gracia que por su talento (la tele nos muestra un abanico interminable), urgidas más por el sentimiento que por su maestría (el "Tambor" de Tacuarí pasó a la historia por su valiente patriotismo y no por tanto batir el parche).

Éstos y aquéllos, los chicos son el desvelo de todo padre que se precie de tal. Somos capaces de recorrer junto a ellos el mundo en bicicleta y de velar una noche de fiebre y paños sobre la frente. Y todo porque ellos son el misterioso fruto del amor.

Cigüeñas y matronas
Tiempos difíciles para la crianza son éstos, aunque no sabemos de nadie que haya conocido épocas fáciles para ser padres. Días pasados nos contaba un amigo -recién llegado de un viaje de estudios a Alemania- lo impresionado que estaba por la poca cantidad de adolescentes que había encontrado en las ciudades. Y ello es fruto de una política de control de natalidad que imperó años atrás en aquellos países del primer mundo. Las modernas sociedades envejecerán pronto si no hay un recambio generacional continuo, permanente.

Cuentan los memoriosos que con el advenimiento de la televisión, cincuenta años atrás, el número de nacimientos había mermado notablemente, sin que mediara otra explicación que el simple cambio de conductas maritales: a mayor tiempo frente a la tele, menor tiempo en la cama... Pero hoy, en la era del video y la tevé por cable y satelital, habrá que buscarle otra explicación al asunto. Será, tal vez, que las cigüeñas tienen más antenas y cables donde posarse a la hora de depositar el bulto que traen suspendido de su largo pico...