Poligrafías
El legado del Viejo Samuel


El amor en los tiempos del cólera o el Morse en los tiempos del satélite,
es la cuestión. De cómo aprender telegrafía sin apelar al celular.



Cuando llegamos a la primera clase del curso para convertirnos en radioaficionados, encontramos algunos grupos de letras seguidas de rayas y puntos desparramados sobre el pizarrón del Radio Club City Bell. Algo resultaba claro y evidente: habíamos llegado tarde y la clase estaba empezada. Supimos luego que no eran rayas y puntos sino una sucesión de "díes" y "daes", representación fonética de las letras de nuestro alfabeto, según el amigo Morse. El Viejo Samuel la tenía clara: de esa manera podía lograrse una comunicación universal, más allá de lenguas y razas, de sapiencias y culturas. El código que lleva su nombre era, al fn de cuentas, el complemento necesario de su otro gran invento: el telégrafo

Los buenos instructores a cargo del curso así lo hicieron saber y así lo entendimos. Más aún, el profe se adelantó a la pregunta que se veía venir y dijo: "Aunque les parezca obsoleta e inútil, aún en las peores circunstancias la telegrafía les va a permitir establecer una comunicación o, por lo menos, pedir auxilio. Alguien los va a escuchar".

Así entendimos el por qué de la obligación de rendir un examen de habilidad en telegrafía para después hablar por radio. Hoy por hoy, realmente, cuesta creer que en la era de los satélites y las comunicaciones, hoy que con un teléfono satelital podemos establecer contacto con regiones remotas o que simplemente conectados a Internet podemos comunicarnos con un interlocutor residente en Japón o China más rápido que lo que duraría el vuelo estratosférico anunciado por un expresidente, puede parecer una estupidez perder el tiempo aprendiendo código Morse. Sin embargo, -y permítase la comparación- la telegrafía es como las cucarachas: podrá venir un cataclismo, un terremoto, un tsunami, una explosión atómica, pero una y otras, seguirán ahí, vivitas y coleando, siempre listas. Durante el duro terremoto de Chile y el consecuente tsunami de 2010, no hubo celular que valiera ni Internet que llegara: sólo los radioaficionados con sus obsolescencias pudieron hacer llegar los primeros llamados en pos de auxilio. Y las comunicaciones más eficientes fueron las llevadas a cabo mediante telegrafía o, como la llaman en la jerga, el "CW". Alguien emitió un S O S, y otro alguien respondió con un Q S L (recibido), y la ayuda comenzó a organizarse.

A esta altura debemos confesar algo: transmitir CW nos costó un poco, pero más o menos lo sacamos decentemente. Ahora, recibir... Dios mío.... ni papa.


Manipulador de telegrafía de factura casera.

De todos modos, como en el tiempo en que hacíamos el curso, volvimos a colocar ante nuestra vista en nuestro lugar de trabajo una hojita con el alfabeto Morse agrupado de la manera en que nos habían enseñado Lw9DBU, y LU7EE (Fernando y Tito, respectivamente) a la hora de impartirnos las clases de telegrafía y cuyo cuadro acompaña estos párrafos. En aquel momento, a modo de regla mnemotécnica, le habíamos buscado un significado al agrupamiento de letras a fin de memorizarlo con mayor facilidad, un poco de humor y sin ánimo de irreverenda alguna. Para comprenderlo mejor, véase además el cuadro que se adjunta.

La lista era así:

A U V : "Acercame unos verdes".
T M O : "Todos Me Oyen",
E I S H : "Estoy Intentando Saber Hablar".
N D B : "No Digas Boludeces".
K C Y : "Kinotos Con Yogur".
R P : "River Plate" o "Reverendo Padre".
L F : "Linda Flor".
G Z : "García y el Zorro".
W J : "¿Whisky o Jerez?".
X Q : "¿Por Qué?".

Aún a riesgo de ser exonerado de la comunidad de "eleúses" ("LU" es la sigla que identifica a la mayoría de los radioaficionados argentinos), decidimos compartir esta experiencia en Citybellinos. Alguien, con picardía, nos dirá "N D B". Nustra respuesta, será un QSL.